jueves, julio 26

Un error de imprevisibles consecuencias

La creación de una especialidad médica de urgencias y emergencias, además de innecesaria, sería un error desde el punto de vista asistencial, formativo y organizativo. El presidente de la SEMI aboga por un área de capacitación específica que haría menos rígido el sistema y permitiría un fácil trasvase de los médicos de urgencias a otros servicios.

Ramón Pujol, Presidente de la Sociedad Española de Medicina Interna 18/07/2007

Ante la noticia de la tramitación parlamentaria de una especialidad médica de urgencias y la posibilidad de que se tome una decisión precipitada, sin el necesario debate social y profesional, que tenga unas imprevisibles consecuencias, la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI) se ve obligada a manifestar su postura y darla a conocer públicamente.
Actualmente más de 5.000 internistas y 1.230 MIR de la especialidad trabajan diariamente en los distintos hospitales de España: en plantas de hospitalización de adultos, consultas y áreas de urgencias.De su capacidad y cuidados depende la atención de muchos pacientes con procesos prevalentes (infecciones diversas, enfermedades cardiovasculares, respiratorias, digestivas, neoplasias...), y también de pacientes complejos, bien por presentar un diagnóstico más difícil o bien por estar en una situación más frágil.
El programa de formación MIR en Medicina Interna contempla específicamente la formación en el área de urgencias y emergencias a lo largo del periodo formativo de 5 años, y los residentes de esta especialidad alcanzan una alta capacitación en este área gracias a su amplia formación clínico-práctica, siendo, desde siempre, uno de los especialistas más idóneos para la actividad en urgencias. Para hacerse una idea de la implicación real de la Medicina Interna en este ámbito basta recordar que un internista necesita realizar un mínimo de 275 guardias de 24 horas (¡más de medio año de guardia!) y desempeñar al menos tres meses de trabajo activo en servicios de urgencias para habilitarse en su especialidad. La tutorización actual durante 5 años (ó 4 años en Medicina de Familia con un planteamiento similar) parece acreditar que los médicos puedan tener una eficiencia contrastada para la asistencia en urgencias.
La SEMI y la comisión nacional de la especialidad se han manifestado rotunda y reiteradamente en contra del reconocimiento de urgencias como una especialidad con un programa MIR propio y diferenciado.Existen argumentos de peso, que van mucho más allá de cualquier defensa corporativa del campo de actuación de una especialidad concreta y que merecen ser considerados en profundidad.
En primer lugar, el carácter inequívocamente multidisciplinario que presenta la actividad propia de urgencias -que compete a especialidades reconocidas, como Cirugía General, Traumatología, Pediatría, Medicina Intensiva, Medicina Interna...- hace necesario ver a las urgencias como un área de conocimiento y de práctica clínica de consideración peculiar a la que pueda accederse desde múltiples especialidades (algunas ya señaladas) y desde la Medicina General y de Familia. La urgencia es un ámbito común de actuación, no un campo de especialización compartimentado. En este sentido, podría ser considerada un área de capacitación específica mediante un periodo complementario de formación acreditada a la formación generalista. La permeabilidad para acceder a esa capacitación (desde las especialidades que se determinen) es necesaria para asegurar una formación suficiente en un programa MIR reconocido y unos contenidos específicos homologables en la capacitación complementaria, que reconocieran una competencia más profunda pero no ligada a titulaciones ni a puestos de trabajo. De lo contrario caeríamos en los mismos errores que han hecho de nuestro sistema de formación MIR uno de los mas rígidos de Europa.

Necesaria renovación
En segundo lugar, desde el punto de vista meramente asistencial, el trabajo en urgencias tiene un claro factor temporal de dedicación, que, de acuerdo con la experiencia de múltiples servicios, requiere una renovación o rotación de personal: a partir de determinadas edades (por encima de 50 ó 55 años, en general) puede ser recomendable un cambio de actividad. Este "factor edad" no sería un problema tan irresoluble si existiera la permeabilidad aludida, con una formación troncal previa en un área de medicina o cirugía. En cambio, plantea problemas asistenciales difícilmente abordables si urgencias se convierte en una especialidad no polivalente, en la que el médico deba trabajar durante toda su vida profesional.
A juzgar por algunas noticias recientes, existe el riesgo de volver a caer en el error de fomentar un desarrollo no armónico de nuevas especialidades independientes (en este caso, en urgencias), que, además de no ser reconocida en la mayoría de los países europeos, puede dar mayor rigidez al sistema y un alto grado de frustración en estos nuevos especialistas, a los que les costaría mantener su recortado campo de actuación. A lo largo de su vida profesional, un clínico podrá profundizar en distintos conocimientos y habilidades con la acreditación que se determine. Por eso, un mismo médico puede abordar a lo largo de su carrera más de un área de conocimiento a nivel experto: con una sólida formación troncal se puede luego adquirir una capacitación y reconocimiento de experto acreditado en un campo concreto (por ejemplo, en urgencias), sin perder la polivalencia propia del internista.
Por eso, Medicina Interna aboga por el desarrollo de las áreas de capacitación específica como nueva fórmula de futuro propuesta en la LOPS y acorde, por cierto, con las titulaciones vigentes en los países de nuestro entorno. De esta manera, se mantendría la coherencia del esquema de especialización "en tronco de árbol", en vez de la no deseada "en forma de peine".
Los problemas actuales de las urgencias, según múltiples expertos y gestores conocedores del tema, se centran en aspectos organizativos, de educación poblacional y de gestión eficiente, más que en una especial cualificación de los médicos.
En el caso de reconocerse esta nueva especialidad de urgencias, es muy verosímil que algunos médicos, al no disponer de otras opciones, pudieran elegir forzosamente esta "futura especialidad", que no les permitiría posiblemente ninguna otra salida futura, fuera de este ámbito concreto de actuación. Las urgencias podrían progresivamente desacreditarse, no sólo en los aspectos organizativos ya citados, sino también en sus niveles de eficiencia, calidad y desgaste de los profesionales, que se ven abocados a trabajar toda su vida en estos servicios hospitalarios.
¿Alguien cree en serio que puede elegirse trabajar en urgencias toda la vida profesional sin riesgo de cambiar de opinión a lo largo de décadas? Por eso es muy importante contemplar las posibles remodelaciones en este campo asistencial, manteniendo una formación troncal sólida con la polivalencia y permeabilidad que ello implica.
Todos los médicos clínicos deben adiestrarse en la actuación urgente por razones obvias: la urgencia no puede ser un campo acotado de ninguna especialidad concreta; sencillamente, no es una necesidad objetiva.

Consecuencias potenciales
Por todo ello, los políticos y gestores sanitarios sensatos no deben presentar como un logro sanitario el reconocimiento de una nueva especialidad. Ese hipotético reconocimiento no va a flexibilizar ni hacer más eficiente el sistema, sino que previsiblemente creará nuevos problemas de muy difícil solución y compartimentará aún más el sistema de especialidades.
Las consecuencias potenciales de una nueva especialidad en urgencias y emergencias son varias: produciría una mayor rigidez del sistema que afectaría a miles de profesionales; crearía un claro conflicto de competencias y de formación con la mayoría de las especialidades que atienden problemas urgentes (casi todas las clínicas); sería un escollo para el desarrollo de la LOPS en lo referente a los sistemas de troncalidad y un mal precedente que puede fomentar las reivindicaciones de otros colectivos con lugares de trabajo específicos (médicos especialistas en cuidados domiciliarios, en unidades de corta estancia, en cuidados paliativos...), y, finalmente, acarrearía un alejamiento de las orientaciones de la Unión Europea en cuanto a la formación de los especialistas.
El reconocimiento profesional que merecen los médicos que trabajan en urgencias -y la valoración de los conocimientos, habilidades y competencias necesarios para ejercer como tales, independientemente de su origen- tiene como respuesta natural un área de capacitación específica en urgencias desde las diferentes especialidades ya existentes.
Las principales sociedades científicas que representan a los colectivos asistenciales con formación vía MIR, la SEMI, la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria(Semfyc), la Sociedad de Medicina Intensiva (Semyciuc), así como el Consejo Nacional de Especialidades y la Federación de Sociedades Científicas de España (Facme) se han manifestado reiteradamente, de una forma clara, prudente e inequívoca, sobre la forma más permeable de abordar el área asistencial de urgencias en el futuro. En definitiva, no parece racional ni necesario aventurarse a crear algo arriesgado, irreversible y de consecuencias imprevisibles cuando lo que se tiene es fácilmente mejorable desde las especialidades existentes.
http://www.diariomedico.com/edicion/diario_medico/profesion/es/desarrollo/1017468.html

1 comentario:

Anónimo dijo...

parece que no todo el mundo tiene tan claro la necesidad de la especialida.-
¿preguntamos al presidenete de semes aragón?