La Medicina de Urgencias: realidades, expectativas, crisis y troncalidad
La Medicina de Urgencias se enfrenta a una encrucijada, de cuya correcta resolución depende la definitiva consolidación de unos servicios que cada año atienden en España a un número creciente de pacientes. El autor insta a aprovechar la troncalidad para aprobar definitivamente la especialidad, y a gestionar estos servicios con criterios de coste-efectividad.
Juan Jorge González Armengol | Presidente de Semes-Madrid - Viernes, 4 de Junio de 2010 – Diario Medico.
Los avances en Medicina y en salud han logrado un incremento significativo en la expectativa de vida en los países desarrollados. El aumento de la esperanza de vida, el cambio del modelo de la familia tradicional (disminución del número de miembros e incorporación de la mujer al mundo laboral), la no resolución en otros niveles asistenciales, la política sanitaria basada en el restablecimiento de la salud de los pacientes por "costes por proceso" y el aumento de la actividad quirúrgica compartido por todas las comunidades autónomas, han hecho que durante los últimos años la Medicina de Urgencias y Emergencias haya suscitado un creciente interés por parte de las administraciones sanitarias, de los profesionales y de la propia población en general.
Estamos hablando de servicios que atienden una gran demanda de pacientes (más de 40 millones de asistencias en el año 2008), independientemente del entorno de recursos disponibles. Entre otras múltiples causas, los problemas de saturación que ocurren con alguna frecuencia en la asistencia urgente pueden intuirse si se tiene en cuenta la propia definición del término "urgencia", que incluye toda aquella situación en la que el paciente, familiares o amigos consideran necesaria una asistencia médica inmediata.
- La especialidad consolidaría un contexto asistencial que responda a las necesidades de los pacientes y sea acorde con los valores de los profesionales, pasando por el reconocimiento de su trabajo
Esta subjetividad -característica de este término- pierde toda su expresión cuando dentro de ella se seleccionan las llamadas "emergencias", en las que existe un riesgo evidente para la vida del paciente o la función de alguno de sus órganos, siempre ya desde el punto de vista del profesional. Esta diferencia -y lo que significa en cuanto a la gestión de estos servicios- hace que la asistencia sanitaria urgente sea sumamente compleja.
Esta complejidad y la ansiedad que genera vienen a apoyar otro hecho muy significativo: los sondeos disponibles indican que en torno al 60 por ciento del personal sanitario ha sido objeto alguna vez de alguna agresión física o verbal, y que el 45 por ciento de estas agresiones ocurren en los servicios de Urgencias. Conforme a los datos de la Organización Mundial del Trabajo, el 25 por ciento de las agresiones en el medio laboral se producen en el entorno sanitario.Del análisis de las encuestas de satisfacción realizadas sobre los servicios de Urgencias se deriva que la atención que se dispensa tiene una importancia capital para millones de ciudadanos que acuden cada año a ellos en España. Eso nos lleva a pensar y deducir que se debe colocar este tipo de asistencia entre las prioridades del sistema sanitario.
La magnitud del impacto de una mejora en la asistencia de urgencias es extraordinaria, tanto para la totalidad de los servicios de salud como socialmente. En este sentido, animo a las autoridades sanitarias a tomar la iniciativa en este tema. No obstante, me gustaría exponer brevemente algunas rutas de trabajo que pudieran seguirse de forma razonable, sin estridencias y perfectamente explicadas en la magnífica monografía que este año han dedicado los Anales del Sistema Sanitario de Navarra a la gestión asistencial de las urgencias, y que recomiendo leer a todos cuantos quieran mejorar su criterio en este tema.
- Los sondeos disponibles indican que en torno al 60 por ciento del personal sanitario ha sido alguna vez objeto de alguna agresión, y que el 45 por ciento de estas agresiones se dan en urgencias
Claridad y unificación
En primer lugar, la próxima aprobación del real decreto de troncalidad en la formación especializada -tal y como se prevé en la Ley de Ordenación de las Profesiones Sanitarias-, junto con la creación de la especialidad de Medicina de Urgencias y Emergencias, dará pie a la posibilidad de desarrollar normativas en cada una de las administraciones autonómicas que clarifiquen y homogeneicen este tipo de prestaciones.La Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (Semes) está en el ánimo de apoyar y ayudar en estos desarrollos en todo aquello que competa a su ámbito asistencial. En el entorno de la Unión Europea, en el que vivimos y que, como hemos visto en el contexto de crisis que padecemos en la actualidad, tanto influye e influirá en nuestras vidas, ya son 14 los países que tienen reconocida la formación especializada en Urgencias.
Como ya ocurre en estos países, consolidaríamos un contexto asistencial que responda exitosamente a las necesidades actuales de los pacientes, dé respuesta eficaz a las demandas sociales y sea acorde con los valores profesionales, pasando por el reconocimiento explícito del trabajo, no sólo asistencial y docente, sino también científico, que es lo que ha hecho y hará avanzar siempre la Medicina.
Aquí incluiría fórmulas inteligentes que encaminaran a la obtención del título de grado a aquellos profesionales de Enfermería con vocación en el área de la Medicina de Urgencias, así como el desarrollo paulatino que ya marca la formación del título de técnico en emergencias sanitarias a través del segundo grado de Formación Profesional. Quizá sería interesante lograr una mayor flexibilidad futura de la vinculación del personal, que salvaguarde los derechos básicos adquiridos, e introducir un cambio gradual que establezca diferencias entre el personal ya adscrito a estos servicios y el de nuevo ingreso.
En segundo lugar, para hacer sostenible la prestación sanitaria urgente, la estrategia clave es la búsqueda de la eficiencia, que relaciona la eficacia con los costes de producción. Además, tiene importancia conocer el coste de los procesos clínicos que se atienden en los servicios de Urgencias. Su análisis permite decidir prioridades en formación, orientar y mejorar la elaboración de los protocolos, evaluar la calidad asistencial, analizar la eficiencia y utilizar un lenguaje común con directivos y gestores sanitarios que facilite la toma de decisiones a través del análisis de coste-oportunidad, coste-efectividad y coste-beneficio. Este lenguaje común orienta en estrategias productivas y resulta imprescindible para hacer una óptima facturación. En este sentido, Semes constituyó hace años grupos de trabajo de costes que han hecho interesantes aproximaciones al tema.
Prestación de calidad
Por otro lado, si hablamos de calidad en Medicina de Urgencias, hay que decir que, de nuevo en el seno de Semes, varios grupos de profesionales españoles entendieron hace ya unos cuantos años la importancia de este asunto y han venido trabajando en ello. Esto ha permitido una serie de logros, entre los que se encuentra un Sistema Español de Acreditación de Servicios de Urgencias, que nos ha permitido ya aparecer en el contexto internacional con una sola voz y lenguaje propios, y que está sustentado en un abundante soporte documental y bibliográfico.
En la práctica, esto ha supuesto y supone que muchos dispositivos de urgencias dispongan, durante la asistencia cotidiana a los pacientes, de herramientas sencillas que les permiten medir el resultado de sus actuaciones y que posibilitan la autoevaluación y la mejora continuada de la atención sanitaria que se presta.
Mirando al ya presente e inmediato futuro, personalmente también soy partidario de la tesis que sostiene que la Medicina de Urgencias está ante un Big Bang, que pasa ya por el triunfo de la diversidad dimanada de la interculturalidad, la limitación del consumismo en salud, la claudicación ante la tiranía de lo urgente, la disminución en la asimetría de los conocimientos, el camino hacia la integración progresiva de servicios y profesionales, el acercamiento a una planificación suficiente, la consecución de una formación reglada, la consolidación de una Medicina resolutiva y eficiente, la cotidianidad de la transferencia de la información como un signo del nuevo milenio y, por último, la profesión de urgenciólogo como motivo de orgullo.
A buen seguro los sueños de varias generaciones de urgenciólogos se han de convertir en realidad por el bien de todos los actores del sistema.
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